jueves, abril 02, 2009

MAXIMA MASCULINA !!

ESTE CORREO QUE ME MANDARON ES LA NETA, VA DEDICADO A UN TREVOR QUE HACE POCO ME COMENTO QUE PASO POR ALGO SIMILAR, JAJAJA ME AHORRO EL NOMBRE PARA NO METERLO EN APRIETOS

Nunca he sido una persona asustadiza, ni siquiera de niño. Que recuerde, nunca me dio miedo la oscuridad o los fantasmas y jamás tuve un monstruo debajo de la cama. Nunca le tuve miedo a Dios, por lo que me fue muy fácil dejar de creer en él a los dieciséis años. Por la misma razón, nunca me han asustado los demonios –o ángeles- y no me da miedo ir al cielo o al infierno. La muerte me parece solo un trámite engorroso e inevitable.

Con esto no digo que yo sea el hombre más valiente del mundo, claro que no. Simplemente, creo que estoy desensibilizado. No recuerdo una sola película de terror que me haya incomodado siquiera. La ultima que vi, REC, solo me hizo respingar una vez, pero solo por reflejo a un ruido fuerte, no por que no supiera que la simpática señora gorda aparecería enseñando los dientes.

Es por eso que nunca le he encontrado chiste a los cuentos de terror; no sé porque la gente considera como la máxima prueba de valor el pasar la noche en un cementerio, ¿Qué? ¿Un muerto se va a levantar y te va a apalear con su fémur? No sé quien dijo que hay que temerle más a los vivos que a los muertos.

Pero –aquí viene el gran pero-, yo, como el 98% de los hombres, le tengo terror a una sola cosa. Existe algo que a cualquier hombre en sus cabales le hiela la sangre. Cuatro simples palabras que, a pesar de su inocente significado, contienen una carga de horror que pocos hombres pueden soportar sin derrumbarse presas del miedo más absoluto y acalambrador. Cuatro terribles palabras pronunciadas por una mujer muy seria:




No me ha bajado.

Juro por los veinticuatro testículos de los doce apóstoles de Jesus que no hay nada en este mundo más aterrorizante que esas cuatro palabras.

Cuando una mujer suelta esta cuasi sentencia de muerte, se nos caen los calzones, en parte por el temblor de piernas, en parte por la cagada que les acabamos de soltar. No he conocido a un sólo hombre que por lo menos no trague saliva ruidosamente y empiece a sudar frío. Después del golpe inicial, sufrimos una transformación muy curiosa: nos volvemos idiotas y siempre, siempre, preguntamos la misma pendejada:


¿Estas segura?

No, pendejo, no esta segura si se le inflamaron los senos, si tiene cólicos, si le dan calambres y sobre todo, si le esta escurriendo sangre por la vagina, idiota.

Sigue la negación:


¡Pero tomas pastillas… ¿verdad?!
¡Pero solo te lo metí poquito!
¡Pero si me vine afuera!
¡Pero si ni me vine!

(Y la más pendeja que me han contado: ¡Pero si ni te veniste!)

Después, invariablemente, sigue un interrogatorio que dejaría al senador McCarthy como un principiante.


A ver, ¿cuando te tenia que bajar?
¿Es normal que te atrases? ¿Cuántos días? ¿Suele pasar en tu familia?
¿Qué día te bajo el mes pasado? ¿Y el anterior? ¿Y el ante anterior?
¿Y no sientes como que te va a bajar?

Durante todo este interrogatorio es obligatorio que uno mire concentrado hacia el vientre, como si poseyera visión de rayos X y buscara el endometrio para hacerlo descamarse a pura fuerza de voluntad.

La siguiente etapa consiste en un concienzudo análisis matemático lleno de razonamientos implacables que hasta nos convierte en especialistas en medicina reproductiva:


Veamos, si te había bajado el 2 y lo hicimos el 12, para entonces estabas en tu ciclo infértil, los óvulos aun no bajaban, entonces no debería haber ningún problema. Además, no me vine y el liquido seminal contiene una minima cantidad de espermatozoides, así que es muy poco probable que de haber quedado un ovulo sin desprenderse, se fertilizara… ¿No será amenorrea? (¿No serás un pendejo?)

Así leído se oye muy bien, lo malo es que en la realidad se dice con la mandíbula temblando y las manos sudorosas.

Después viene el horror de los días siguientes, la espantosa espera.

Durante esos días el universo se confabula en nuestra contra y en la televisión pasan única y exclusivamente comerciales de Kotex, tampones, condones y pañales. En todas las películas invariablemente salen embarazadas y bebes berreantes. No hay donde esconderse. Si llegamos a salir con los amigos a tomar unas cervezas, es posible que por un momento se nos olvide nuestra desgracia, pero no por mucho tiempo. Cualquier comentario, cualquier referencia, cualquier cosa tan sutil como unas papas con salsa Valentina nos trae de vuelta el horror. ¡Y es cosa de que uno no puede vivir así, por Dios!

Reencontramos la Fe perdida y a veces hasta retomamos creencias que nunca tuvimos.


Oh Gran Shiva el Destructor, si me salvas de esta, prometo aprenderme tus 1008 nombres y recitarlos todos los días de corridito.

Durante este tiempo de horror y desesperanza todo lo vemos negro. Imaginamos que dentro de nueve meses nuestra vida llegara a su fin. En verdad os digo que un hombre puede tocar fondo y nunca más recuperarse del golpe. He visto, derrotados, a hombres cabales abandonar definitivamente las vaginas y dedicarse únicamente al sexo anal, no importando el género. Una cosa tristísima, pues.

Pero mientras tanto, durante días bombardeamos a la portadora del útero del terror con llamadas al celular cada media hora.


Ring:
— ¿Ya?
—No, yo te aviso.

Ring:
— ¿Todavía no?
—Que no.

Ring:
— ¿Y si brincas?
—*click*

Ring:
— ¿Aún no sientes nada?
—No y me estas poniendo más nerviosa y así menos me va a bajar.
— ¿¿O sea que sí te va a bajar??
—*click*

Ring:
—Oye, ¿recogiste las camisas de la tintorería?
—Al rato paso por ellas.
—Ok… ¿Nada, ni una gotita?
— ¡Que no!

Y así hasta que se nos acaba el crédito o nos apagan el teléfono.

Y por fin, cuando después de habernos resignado y despedido mentalmente de nuestro futuro y haberle dedicado un minuto de silencio a nuestra irresponsable vida, llega el día más hermoso de la historia, cuando ella dice las palabras mágicas:


Ya me bajó.

El color nos regresa al rostro, el pulso se vuelve fuerte y el ánimo jubiloso. El futuro brilla luminoso de nuevo. Con los brazos en jarras reímos retadoramente hacia el cielo, ¡Ha Ha Ha! Invitamos a los amigos a comer a la cantina y bromeamos y reímos. Muy serios nos prometemos que nunca más permitiremos al horror regresar y brindamos por la invaluable tranquilidad mental, ¡Salud!

En la noche ya estamos cogiendo sin condón otra vez.

1 comentario:

Anónimo dijo...

selo fusilaron de recolectivo

http://www.recolectivo.com/2008/10/cuatro-palabras.html